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EXPOSICIÓN ACTUAL
Record / Dan Gill y Andrew Gaston
RECORD
Exposición patrocinada por Cerveza Turia
Escribir un texto para una exposición que no aspira a ser ni fotográfica, ni artística, ni plástica, ni documental, te hace pensar mucho las palabras que intenten acompañar a esta muestra de Dan Gill. Siempre he pensado que escribir las historias de los dibujos animados del Correcaminos es el encargo más difícil posible para cualquier escritor. Escribir cientos de historias donde el único diálogo que existe es “beep, beep”, es algo titánico. Y bueno, sin salirme mucho de esos dibujos animados, existe una gran similitud entre las persecuciones de los personajes y el viaje sin retorno desde Inglaterra de Dan ya convertido en un Correcaminos que grita “dub, dub” huyendo del patético Coyote, encarnado en una descarnada ley inglesa llamada Ley de Justicia Penal y Orden Público.
Pero empecemos un poco más atrás. A Dan le gustan mucho los altavoces. De pequeño su padre le llevó a un concierto de Ian Dury and The Blockheads y lejos de seducirle lo del sex, drugs and Rock and Roll, su recuerdo está anclado a la visión del monolito de bafles que expulsaba sonidos potentísimos. La imagen de un pequeño Daniel boquiabierto ante la torre de altavoces nos remite inmediatamente a la de los simios de 2001 abducidos por el enigmático monolito. Para los monos de Kubrick el negro dolmen significaba el descubrimiento de la existencia de una vida superior, de otro planeta, una herramienta que encarnaba un mundo superior. Para Dan, ese monolito sonoro, significó exactamente lo mismo. Y se fue en busca de esos mundos.
Comenzó su odisea a través de espacios marcadamente marcianos, también llamados raves y puso nombre al monolito: Sound System. En el mapa serpenteante que se observa en los escaparates está trazado el recorrido nómada de Dan desde su Inglaterra natal con 22 años hasta terminar en Valencia, ocho años después. Un recorrido que se complementa con las imágenes de los tótems que se veneraban en esos festivales y en general la side B del movidón. Encuentros que pudieron tener su germen en Castle Morton, un pifostio de cien pares de altavoces que duró 7 días en mayo de 1992. A partir de ese aquelarre a los ingleses que lucían bombín y a las inglesas que lucían meñique al tomar el té, les pareció de lo más normal crear una ley que prohibiera cualquier tipo de concentración donde los tótems del sound system fueran venerados. Ya llevaban unos cuantos años aguantando desde Glastonbury, oleadas de hippies y gitanos ensuciando su bonita campiña así que temiendo que acabaran saliéndole rastas hasta a la peluca de los jueces, estos crearon la ley CJA en 1994 y empezó el destierro. Se podían haber quedado y empezar a bailar en los clubes cerrados donde se divertía la gente de bien.
Pero los techos y la contracultura nunca se han llevado bien.
Europa molaba. Cruzaron el English Channel y sintonizaron con un ambiente continental de lo más idóneo para cruzar con sus caravanas a lo Mad Max creando una road movie que Dan se empeñó en inmortalizar. En esta exposición, Andrew Gaston, buen amigo de Dan y también integrante del reparto de esas representaciones ambulantes, presenta un video donde podemos ver y respirar la atmósfera que rodeaba aquellas “free parties”. Ambos eran de los muy pocos que llevaban cámara, porque ambos eran de los escasos good boys que formaban parte del elenco. Dan se empeña en mostrar los bastidores de aquel fenómeno, la parte de atrás, la parte inmóvil, casi su parte silenciosa para no caer en la idealización blanqueadora. Ese limbo legal en el cual se movían por una Europa que terminaba de limpiar los últimos cascotes de la caída del muro, ese inmenso abanico anarquista y libertario también atraía a un nutrido número de “aristoácratas” de la delincuencia. Narcotraficantes y huidos de la justicia bailaban al unísono con las masas liberadas. No mostrar rostros de las hordas enloquecidas quizás sea el mejor retrato de aquellas juergas. Al fin y al cabo los festivales de Sound System no serían posibles sin las torres de Sound System. Lo que vemos es lo que suena. No importa la nostalgia, lo que importa es el fetiche; las torres de altavoces, aquellos locos con sus locos cacharros, los camiones customizados por Satanás, las carpas de aquel circo con fieras, los cables que serpenteaban por la parte de atrás de cualquier parte, las neveras o las barras que intentaban sofocar al sol, alguna presencia humana del staff organizador…
Londres, Paris, Nantes, Serbia, Bosnia, Praga, Bulgaria, son algunos de los lugares donde se asentaron las caravanas de aquellos misioneros. Al principio Dan las recorría como comparsa hasta que consiguió construir su propia iglesia, su propia torre de altavoces. La llamó Dubious Sound System y la colocó en lugares tan espectaculares como en un bosque de Los Balcanes bajo los focos de un Black Hawk norteamericano que los iluminaba sin poder averiguar si eran amigos o enemigos. La imagen de ese helicóptero de combate, con bandera de la ONU, con sus focos dirigidos a las tribus nocturnas danzantes es una imagen pletórica de underground y revolución. También recuerda Dan, con especial emoción, un festival que montaron en Sarajevo, el primer día del fin del toque de queda en la ciudad. Utilizaron un antiguo cuartel repleto de viejos uniformes de guerra tirados por el suelo al que acudieron todas las tribus posibles de la ciudad para bailar pisoteándolos y vestidos con el único atuendo que aún guardaban dentro del armario, el de la libertad.
Es curioso el viaje del Sound System desde su Jamaica original hasta las procesiones de 200 jóvenes ingleses por carreteras y territorios tan alejados. La distancia importa poco cuando el recorrido es compartido. Desde Kingston hasta un descampado en un bosque de República Checa el mensaje es el mismo. Alardear de formar parte de una cultura ampliamente representativa y totalmente al margen de la industria e incluso de la ley. Forajidos que robaban corazones al paso del rugido de sus motores y sus altavoces. Protagonistas de un peliculón sin guión alguno. Una representación poderosa de la libertad en estado puro.
Para terminar y para darle un cierto aire académico a estas letras lo recomendable es acabar con una cita. En este caso de Frank Zappa. Dice así. “La Cultura sale a tu encuentro. A la Contracultura tienes que ir tú.”
Pues vamos.
Texto de Juan Carlos Iniesta
LAS CINTAS DE APOLO (2014)
“Después de terminar mis estudios en la Escuela de Arte de Londres en 1994, emprendí un viaje con mi novia que se acababa de comprar un autobús Bristol LHS de los años 60.
En ese momento estábamos viviendo de okupas y asistíamos a muchas raves ilegales.
Pero una nueva ley, la ‘Ley de Justicia Penal’, estaba a punto de hacer imposible nuestro estilo de vida en el Reino Unido. Dejamos entonces Londres, para cruzar al continente y pasamos tres años conduciendo, festejando y tocando en la calle por Europa.
Llamamos a nuestro autobús “Phoebus Apollo” y lo pintamos con escamas de pez, convirtiéndonos en “trovadores”.
Para documentar nuestros viajes, traje mi maltrecha cámara Video8 y una pequeña cámara CCTV personalizada con la que podía filmar en condiciones de poca luz.
Las cintas Apollo documentan nuestros viajes en formato de 8 mm. por Europa y las diversas Fiestas Libres a las que asistíamos entre 1994 y 1997”.
Andrew Gaston