Carmen Gray. And, sometimes, the nights looked like that

Carmen Gray. And, sometimes, the nights looked like that

AGENCIAMIENTOS Y FUGAS, por Álvaro de los Ángeles

No hay certeza sobre el día exacto en el que volveremos la mirada atrás. Solo se sabe que lo haremos en algún momento y que el arte —si aún se muestra útil como acción y registro— conseguirá fijarlo. Esa acción pretérita, no obstante, siempre se hará en presente; potenciará un proceso de construcción continua, inacabado e inabarcable que afectará asimismo en nuestro devenir futuro. No responde a la nostalgia, sino a la reparación. Cada cual lo aborda como puede: dando bandazos en el aire, haciendo previsiones estadísticas o acertando al primer intento, como un «seguro azar» que nunca se equivoca porque no tiene orgullo ni expectativas, solo la determinación de ser. Cada artista lo abordará como sepa: pintando lo que ve o recuerda, lo que imagina; fotografiando aquello que conforma su visión panorámica de gente y lugares; cosiendo telas y bordando textos que potencien sus dudas o certezas; haciendo filmes cortos o dibujando escenas de deseo. No hay un patrón certero, no hay fórmula maestra, no hay éxito seguro; siempre se reanudará desde un estadio previo parecido al origen: capaz de articular la novedad, sí, pero siempre efectuado en solitario. Cuando mira al pasado, este tipo de arte es lo más parecido a una porción de vida.

Carmen Gray (València, 1989) está componiendo su particular mirada sobre el tiempo y el espacio sin reparar en gestos nostálgicos ni recrearse en éxitos o fracasos. Es un gesto que se vuelve hacia atrás parcialmente porque el resto del empeño construye realidad, posibilita escapadas al presente y al futuro, cuestiona el recuerdo de acciones pasadas. La fotografía actúa como un texto compuesto de imágenes; es capaz de generar ríos rápidos en los que pasan cosas que solo pueden ser retenidas con la cámara fotográfica y también estanques quietos donde posar la vista y recordar acciones sencillas que la mente encapsula y archiva para siempre. Una simbiosis entre ambas acciones permite reflexionar sobre el pasado sin dejar de mirar adelante, esos futuros plagados de posibilidades reales. Cuando C. Gray mira y detiene un gesto, este gesto es ya otra cosa, está en otro lugar, afecta a otros ojos que lo miran, plantea un agenciamiento desubicado. De manera similar, ¿qué ocurre cuando una misma idea se muestra, se expone —y por lo tanto se interpreta— con formas diferentes?

La pieza I Imagined Myself Doing This a Million Times Already (Me he imaginado haciendo esto un millón de veces ya, 2023) estaba planteada como un texto que se relacionaba con ciertas imágenes como una coreografía. Es decir, la relación mutua se iba generando y modificándose al tiempo que se asociaban entre sí las frases y las fotografías; cada cual aportaba una parte de la historia, que era algo más allá de la suma de ambas. Lo visual abre campos de interpretación que se expanden hacia lo concreto y el texto concretiza maneras de imaginar lo abstracto, lo inasible. Es un recorrido de ida y vuelta. Esta pieza ha adquirido también una forma distinta: una misma tela de diez metros de longitud, colgada como si fueran tres cuerpos independientes, muestran el texto bordado que, ahora, adquiere otra dimensión. Su lectura provoca la recreación de imágenes nuevas en quien lo lee. Cada cual puede incorporar sus propias experiencias al leer unas frases que, siendo las de la artista, ya adquieren un cariz público, una vertiente política. Las imágenes que acompañaban inicialmente el texto se muestran ahora aisladas, independientes; completar o no la experiencia de vincular ambas, potencia sus lecturas y muestra las posibilidades expansivas del arte.

Sitting at the Edge of Nothing (Sentada al borde de la nada, 2023) es la segunda pieza expuesta y, al igual que la anterior, cuestiona el estatus de su representación y busca alejarse de la identificación literal de la fotografía como índice. A partir de una composición que recupera la tradición de los bodegones y de una copia en color producida manualmente por la artista en el laboratorio, la instalación plantea fugas estilísticas gracias al uso de materiales y procesos diversos. La escena es casi una actualización pictorialista, un intento de escapar de la fidelidad fotográfica y de su cotidianidad: sobre unas almohadas, en una esquina recortada que pudiera ser una cama o un sofá, hay dos piezas de fruta, una hoja en proceso de amarillamiento y se distingue el fragmento de un ordenador portátil abierto. Una escena construida en la que su textura refuerza la pertenencia a un mundo extinto. La instalación, más amplia y compleja, muestra la imagen generada a través de otras técnicas. Acompañan a la copia color inicial (montada sobre una pieza de madera), un tejido de punto y una serigrafía que, con un bastidor en la parte superior, ofrece una descomposición de la fotografía en cuatro colores. El uso de diferentes técnicas para una misma imagen potencia la importancia de los materiales, que se adosan siempre a una interpretación precisa. Demuestra que el arte ya no está exento de sus referencias estilísticas actuales y pasadas porque, tal como afirmó Peter Osborne, toda fotografía es ya «post-conceptual». Cualquier referencia ya no responde solo a lo que la fotografía muestra, sino también a lo que sabemos de ella por otros medios.

En ambas obras y en la propia exposición, los títulos que emplea C. Gray son narrativos, testimoniales, literarios incluso. El uso de una frase larga posibilita una historia, aunque esta sea corta. Si en I Imagined… el relato remite a una acción repetida, Sitting… se enfrenta a una situación novedosa. En cualquier caso, viendo con detenimiento el volumen de su obra hasta ahora —por momentos evasiva y en ocasiones muy profunda— la dicotomía entre la iniciación a nuevas experiencias y el remite a cosas ya hechas y a vida ya vivida es una constante. Su producción visual y audiovisual, objetual y analógica siempre, ha sido hasta ahora un agenciamiento de lo cotidiano que provoca extrañeza y que, tras su análisis detenido, recompensa con dos tipos de experiencias. En primer lugar, con aquellas que hacemos propias al verlas presentes en las escenas donde otras y otros se exponen; en segundo lugar, pero más determinante, con experiencias que nos recuerdan otras similares vividas por nosotros/as en otros momentos. Si entonces éramos partícipes activos de ese agenciamiento, ahora, que estas dos obras buscan una fuga a lo cotidiano como fórmula constante, nos adentramos en un terreno abstracto y de búsquedas fantásticas, generativas. El título de esta muestra And, Sometimes, The Nights Looked Like That, invita a recorrer lugares aún no existentes, imaginarios que todavía se encuentran en fase de creación.

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